¿Acaso depende de Ortega? El dictador luce muy débil

El dictador luce cansado pero obstinado, terco e irracional. Para muchos, su decisión más simple es abdicar, negociar su seguridad y dejar que otros tomen las riendas del país.

Dictador Daniel Ortega, con la cara muy débil en sus presentaciones públicas.

En la política tropical no funciona así. Ortega está imposibilitado de tomar decisiones con autodeterminación pues el cargo presidencial y el engranaje estatal bajo control, es nada frente al interés más poderoso a guardar.

Él (más que el partido aún) forma parte de una alianza internacional, una trenza de maldición formada por Cuba, Venezuela y Nicaragua; el mismo trío al que John Bolton denominó «La troika de la tiranía».

Estos comparten intereses más pesados que la ideología.

La troika reúne fortunas que suman varias decenas de miles de millones de dólares. Sólo la fortuna de los descendientes de Fidel Castro se estima en más de mil millones de dólares, la de los Ortega Murillo supera los cuatro mil millones de dólares y la de los Chávez supera los diez mil millones de dólares.

No hay datos sobre el sexto elemento, pero un invitado fenomenal en esta danza de fortunas dictatoriales la adiciona la herencia de la familia Kadaffi, que para custodiar sus intereses tuvo por años a un sobrino del fallecido dictador libio en casa presidencial, de Managua.
A esto hay que sumarle los recursos de los más cercanos allegados, los de sus partidos y los negocios estatales, que fácilmente nos lleva a un monto global de cincuenta mil millones de dólares.

Sumemos a esto los negocios ilícitos vinculados al narcotráfico, que desde los años 80′ constituyen parte de los mecanismos financieros de Cuba y Nicaragua. Precisamente hay dos componentes adicionales a la troika, para completar un quinteto: el gobierno cocalero de Bolivia y las FARC de Colombia.

Con todo esto es fácil ubicar este consorcio a la altura de los hombres más ricos del planeta.

En todo el quinteto de paises, Nicaragua es el único país donde operaba una economía de mercado y por tanto permitía la posibilidad de lavado de activos.

¿Ahora entendemos la bonanza económica del país? En esa bonanza la lavandería (oportunista de mercado) era la banca privada del país, donde destaca BANPRO. Hay grandes empresas de minas, energía, construcción, comercio, que con testaferros se suman al sector privado nacional. (Ya es uno de los nuestros, diría un gran capitalista nacional al justificar el único discurso dado por Ortega en una asamblea de COSEP).

Ortega por eso es el presidente eterno de Nicaragua (Igual que Maduro, Evo y los Castro-Diaz) porque es el albacea de todos los humildes compañeros multimillonarios.

El papel de USA en esta fiesta de capitales es abrir su mercado a Nicaragua, con lo que la troika involucró al tío Sam en su codicioso plan.

En su momento, el famoso proyecto del canal interoceánico fue el potenciar lavador perfecto. Precisamente se valoró en cincuenta mil millones la «inversión». (A la medida). La resistencia ferrea de los campesinos anti canal, en defensa de sus tierras, hizo abortar la burda obra y frenó el plan de lavado (quizás sin saberlo). Ello explica la saña con que trataron los tranques y líderes campesinos.

Pero sucede que una gran parte de los bienes en efectivo, ya habían ingresado al país y estarían ocultos físicamente en bóvedas particulares del dictador.

La protección a la casa de El Carmen no es por los hijos o nietos (recordemos como la hijastra pudo ser acusada por él mismo). La resistencia irracional del gobierno, radica en que hay algo mayor a defender.

Quizás muchos de los estudiantes alzados por sus causas «minúsculas» desconocen aún la caída monumental que provocaron. Ello explica porque la saña contra el liderazgo estudiantil.

Una gran masa monetaria ya ha salido hacia Arabia, pero el fardo es tan grande, que las sanciones del Departamento del Tesoro USA, aún duelen.
Tengamos claro entonces del verdadero alcance de esta batalla que trasciende la patria. Cayendo Ortega, se estremece el monstruo de las falsas izquierdas.

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